"Los padres son los primeros y principales educadores de sus propios hijos, y en este campo tienen incluso una competencia fundamental: son educadores por ser padres." (Juan Pablo II, Carta a las Familias, n. 16).

miércoles, 14 de enero de 2015

El cerebro y las emociones IV

II

REEDUCARNOS PARA LA FELICIDAD

    Los que buscan la dicha donde no se encuentra, en el vicio, vanidad o desorden, tendrán que comenzar por enderezar sus vidas por el camino del deber y de la virtud. Los libros de educación moral y ascética se lo enseñarán. En éste queremos ayudar a los muchísimos de buena voluntad que, a pesar de caminar por el sendero verdadero, no son tan, felices como debieran serlo, por no entender ni manejar convenientemente los mecanismos psíquicos que les darían unidad y plenitud de vida en el presente momento.

    Unos carecen .de nitidez y precisión en lo que perciben por los sentidos; no se dan cuenta exacta de lo que, ven o hacen; no dejan entrar en sí la paz y alegría de las sensaciones conscientes ni del placer estético. Otros, por excesiva fatigabilidad o por divagación mental, no consiguen reposo y profundidad en sus pensamientos careciendo del gozo y eficiencia que su trabajo mental ordenado les daría. A otros les domina la indecisión e inconstancia; no saben utilizar la fuerza inmensa de su voluntad. Finalmente, otros muchísimos sienten antipatías y repugnancias, atractivos e inclinaciones que les dominan o arrastran más allá del deber; o tienen tristezas, temores o disgustos exagerados; les falla su mecanismo emocional. Conozcamos, pues, estas cuatro .facultades o mecanismos psíquicos, para poderlos controlar y aumentar así nuestra dicha.

    En el cuadro sinóptico que ponemos a continuación, especificamos un poco más los síntomas, causas y remedios de esa falta de control cerebral y emocional que nos impide ser felices. No es nuestra pretensión, en tan brevísimo esquema, abarcar todo el problema de las molestias psíquicas o psico-somáticas, ni tampoco queremos deslindar las fronteras entre lo físico y lo espiritual, que tantas veces se confunden y entreveran. Sólo queremos ilustrar pedagógicamente a los que sufren o pueden sufrir de ese control insuficiente: que un golpe de vista les haga abarcar todo el panorama.

    Este cansancio, debilidad o malestar no es mera imaginación del paciente. Es una enfermedad real y penosa; pero de ordinario no es primordialmente orgánica, sino psíquica. Difícilmente la entienden los que no la experimentaron. Por eso, el que la sufre no ha de esperar esa comprensión y así se ahorrará profundos desengaños.



ADVERTENCIA IMPORTANTE

     El tener algunos de estos síntomas no es señal de anormalidad, ni menos, de enfermedad peligrosa o difícil de curar. Casi todos hemos tenido o tendremos alguna de estas deficiencias o falta de dominio.
    Un gran psiquiatra de la Universidad de Bogotá excluía de esta debilidad a solo Jesucristo y su Santísima Madre. Si no eres aprensivo y recorres estas páginas, no por sentirte enfermo, sino buscando mayor salud, eficiencia y felicidad, entonces el cuadro sinóptico te ayudará a enfocar y conseguir ese poco que te falta y a comprender a los demás.




    Para entender mejor el esquema, será bueno adentrarnos en el psiquismo de los enfermos, oyendo sus propias descripciones. Por desgracia, en nuestro siglo de vida acelerada, son éstos legión, reclutados no precisamente entre nulidades intelectuales o afectivas (que en éstas no suele haber la exuberancia de vida psíquica necesaria para exceder la medida y descontrolarse); se encuentran sobre todo entre pensadores, escritores, hombres de grandes empresas; entre personas de sensibilidad exquisita, entre estudiantes de grandes aspiraciones y talento, entre oficinistas u obreros superdotados. ¡A cuántos conferenciantes, escritores o profesores de fama internacional hemos visto en nuestros días fulminados de "surmenage"! Del naturalista Carlos Darwin nos cuentan que no podía trabajar más de dos horas por día. El propio Dr.Vittoz comenzó por curarse a sí mismo.
          No es, pues, vergonzoso ni deprimente declararse enfermo psíquico.
    N.I.M. se describe así: "A los 20 años, con una afición insaciable a los libros, me encontré repentinamente imposibilitado de estudiar, diez minutos de lectura o de escritura bastaban para dejar en mí una sensación penosísima de fatiga, dolor, y más frecuentemente, de calor alrededor de la cabeza y de las órbitas. Imposible, por otra parte, repeler esa sensación y concentrarme en otras ideas. Un tropel de pensamientos sucediéndose de modo obsesionante me oprimían sin que supiese frenarlos; pensamientos de ordinario tristes, recordando el pasado, o angustiosos previendo desgracias para el futuro, a veces tan obsesionantes, que ni la conversación, ni los paseos, ni el trabajo manual conseguían apartarlos totalmente. Era un desgarrarse el alma en lo más íntimo, era como si otro "yo" se sobrepusiese al "yo" consciente. Y con el pasar de los días... desaliento, preocupaciones, sentimiento de inferioridad, indecisión; otras veces, brusco tránsito del optimismo al pesimismo, de la alegría a la tristeza, sin causa objetiva.
    "El camino quedaba franco para todas las fobias , temor de aparecer en público, amagos de vértigo, escrúpulos de conciencia, etc., etc." Poco después, el insomnio o el descanso poco reconfortarte, interrumpido por sueños y pesadillas. Al levantarme me encontraba más cansado que cuando me acostaba.
    "Agravábase el mal y la tristeza por la incomprensión de los que me rodeaban: unos, al verme robusto y exteriormente bien dispuesto, diagnosticaban una enfermedad imaginaria; otros, con caridad, pero no según la ciencia, trataban de persuadirme que hiciese lo que tan ansiosamente anhelaba, esto es, no preocuparme, distraerme, no temer, dominarme; pero no me enseñaban el modo de hacerlo. Era como si a quien sufre de tos o vómitos le aconsejasen que no tosiese ni vomitase, pero no le diesen los remedios para ello.
    "Así seguí por diez años, hasta que con seis meses de ejercicios de reeducación cerebral, fui de tal modo venciendo todas estas dificultades, que me olvidé de que estaba enfermo, y aunque no he conseguido la misma capacidad de trabajo que antaño, me encuentro curado y satisfecho".
    Mi propia experiencia — Yo también hube de pasar por estos tristes estados. Introspección penosísima, pero útil en mi psiquismo descontrolado, realzada e iluminada primero por la ciencia y los consejos del célebre psicólogo jesuita P.Laburu, y completada y sistematizada después en Lausanne por el Dr.Henry Arthus, según los preceptos del Dr. Roger Vittoz.
    Ello me dio la clave de mi curación por la reeducación del control cerebral, y esto mismo, confirmado por el estudio y la práctica con el Dr.Arthus y por el trato con muchos enfermos, me enseñó a orientar y consolar a los que sufren de mal semejante.
    A orientar y consolar digo, no a prescindir de la asistencia médica, pues, aunque los síntomas parezcan semejantes, suelen a veces tener raíces tan profundas que sólo la consulta de un psiquiatra espiritualista puede ofrecer seguridad y provecho.
    Tragedia estudiantil. —"Tengo 18 años; antes era un roble: podía leer horas y horas sin fatiga, me sentía optimista y capaz de todo. Pero el curso pasado estudié muy poco y me divertí mucho con otros compañeros. Al acercarse el examen pasamos varias noches estudiando juntos hasta las tres de la madrugada, apartando el sueño a fuerza de café. Pasada la prueba no sé lo que me sucedió. El sueño es para mí un tormento: es una cinta de imágenes, o una sola que se repite continuamente. De día también me bulle el cerebro. No puedo atender a la conversación, me cansa la lectura, no sé distraerme, me aterra la vida, tengo miedo de todo y hasta de mí mismo".
    Este joven perdió el control por exceso y desorden en el trabajo mental. Tenga ánimo, fortalezca un poco su sistema nervioso sobreexcitado, viaje un poco, descanse, y comience luego el trabajo de reeducación psíquica.
    Lector amigo, si no sientes todos esos síntomas ni tienes necesidad de tratamiento psíquico, con todo es posible que te moleste alguno de ellos. Si logras eliminarlo tendrás más salud.
    Reconozcamos que las emociones nos dominan con frecuencia. "Soy muy nervioso, muy sensible, tengo demasiado corazón", dicen algunos para cohonestar sus faltas. "Soy poco señor de mis pensamientos y sentimientos", deberían decir.
    Ahora bien, para gobernar los sentimientos es necesario dominar los actos y las ideas, pues la idea precede e inclina al acto; y los actos y las ideas modifican los sentimientos1.
    Los sentimientos son una fuerza anárquica, como el vapor de la locomotora. Nuestras ideas y nuestra voluntad son el maquinista que los utiliza y dirige.
    Necesitamos, pues, controlar bien nuestras ideas. Pero, cuántos hay que no saben lo que piensan, o que no piensan lo que quieren, dominados como están por continuas distracciones, en el estudio, durante el trabajo, en la oración. ¡Cuánto cansancio innecesario! Cuántas energías perdidas por falta de unidad psíquica! Y podrían ser grandes genios, inventores, artistas, santos, si aprendiesen a concentrar sus fuerzas intelectivas y volitivas2 en un ideal.
    ¡Cuántas personas quieren, o les parece que quieren! Pero no ejecutan sus propósitos, porque de hecho no tuvieron actos verdaderamente volitivos: no saben utilizar esa fuerza sublime, inmensa, que llamamos "voluntad".
Cuántos no saben ser felices, ni siquiera en el grado más bajo y fundamental, gozando por lo menos del descanso psíquico en el sueño sereno, o en las sensaciones conscientes, tranquilas y perfectas, que nos ponen en comunicación y en posesión de la bondad y belleza objetiva de la creación.
    Trataremos, pues, de reeducar nuestra receptividad, esforzándonos por tener sensaciones y actos conscientes y voluntarios, con el consiguiente descanso y paz.
    Luego conseguiremos el dominio de nuestros pensamientos de cosas sensibles o espirituales, concretas o abstractas, hasta llegar a pensar cuando queramos y en lo que queramos, y a desviar la atención de lo que nos molesta o perjudica, reeducando para ello la emisividad intelectual.
    Finalmente, pudiendo pensar clara y libremente en la acción que proyectamos y en los motivos o bienes que con ella pretendemos, podremos quererla de veras y pasar libre y fácilmente a su ejecución, aun bajo la repugnancia o el temor subconsciente3.
    Y con el pensamiento y la voluntad expeditas podremos modificar y controlar nuestros sentimientos y emociones. En otras palabras, conseguiremos ser hombres racionales, señores de nosotros mismos, y no esclavos de pensamientos o de impulsos irracionales.




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1 Véanse explicaciones y pruebas en Eymieu "Le gouvernement de soi méme".
2 Volitiva = de la voluntad. Intelectiva = del entendimiento.
3 Al hablar de subconsciente o subconsciencia no queremos en este manual práctico hacer hincapié en distinciones filosóficas, sino únicamente poner de un lado lo consciente y del otro sin más distinción, lo inconsciente y subconsciente.
Fenómenos conscientes son aquellos de que tenemos conciencia (nos damos cuenta) o porque en ese momento los estamos percibiendo, pensando o sintiendo, o porque podemos después traerlos voluntariamente a la conciencia.
Inconscientes: ideas, sentimientos, etc., de que no tenemos conciencia, ni podemos fácilmente tenerla.
Subconscientes: aquellos de que no nos damos cuenta sino rutinaria y deficientemente.

jueves, 8 de enero de 2015

Amar a nuestros hijos.


"Un caballo sin domar se vuelve reacio, y un 

hijo consentido se vuelve insolente".


Eclo.30,8.




     Esta cita que ha publicado Poco y Católico en facebook el día de hoy, ha puesto la frutilla en un postre que venía preparando hace tiempo... con ella me he decidido a dar forma a una serie de ideas que me rondan en la cabeza desde hace tiempo mientras leo blogs de madres amorosas que son expertas en nuevas pedagogías, crianza respetuosa, crianza con apego y amor maternal entre otros muchísimos títulos...madres que dan cátedra (e incluso venden cursos)de cómo criar niños felices en total y absoluta libertad sin intervenciones odiosas por parte de los adultos que nada saben sobre la vida y nada tienen que enseñar a sus hijos ya que estos tooooodo lo aprenderán "solos" de manera "autónoma" "respetuosa" "consciente" etc, etc..., madres con bastísima experiencia en ello ya que con un solo hijo y de apenas meses basta para obtener un master en crianza. Esto les habilita para, paradógicamente, esnseñar o guiar a otras madres. No quieren enseñar a sus hijos pero si a otras madres...
   En cambio he leído a otras mujeres que aconsejan desde la humildad, la generosidad, desde su experiencia y vida real, desde el amor de madres y no desde lugares comunes que se ponen de moda. A esas madres da gusto leerlas. 

    Antes que nada me surge la necesidad de detenernos en algunos conceptos que creo son fundamentales: AMOR, FELICIDAD, LIMITES, LIBERTAD, OBEDIENCIA, AUTORIDAD, CAPRICHOS.

    Preguntarnos sobre algunas cuestiones que noto confusas en muchas personas... ¿Qué significa amar a nuestros hijos? ¿Se confunde a veces el amor? ¿Cómo logramos que nuestros hijos sean felices? ¿Qué es la felicidad? ¿Qué significa consentir a nuestros hijos? ¿Los amamos más cuando los consentimos? ¿Estamos amando verdaderamente a nuestros hijos al permitirles hacer todo el tiempo lo que ellos desean? ¿Cómo encontrar el equilibrio? ¿Por qué se suele asociar el poner límites o ser demasiado estrictos con ser malos padres o autoritarios? ¿Cuál es la diferencia entre un padre o madre autoritarios y uno con autoridad? ... Ufff y se me ocurren muchas otras preguntas pero dejo que ustedes mismos las contesten. Solo veamos un poco estos conceptos y luego a sacar conclusiones... 

    Dios es AMOR (1 Juan, 4-8), y ese amor infinito del Padre por el Hijo nos es extendido a nosotros por la misión del Espíritu Santo (Rom 5, 5) el cual pone entonces en nosotros esa capacidad de amar al Padre como lo amó Jesús, y de amarnos entre nosotros como Jesús nos amó (Juan 13, 34; 15, 12). Dios nos ama como nadie nos ama en este mundo, ni muchas veces sabemos nosotros amar como Él lo hace.  Pero no nos dejó sin rumbo, por eso Él mismo nos enseña a través de San Pablo en 1 Corintios 13, 1-13: "Tratado de la caridad: Aunque yo hable la lengua de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor, soy como bronce que suena o símbalo que retiñe. Y aunque tenga (don de) profecía, y sepa todos los misterios y toda la ciencia, y tenga toda la fe en forma que traslade montañas, si no tengo amor, nada soy. Y si repartiese mi herencia toda, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, más no tengo caridad, nada me aprovecha, El amor es paciente, el amor es benigno, sin envidia; el amor no es jactancioso, no se engríe, no hace nada que no sea conveniente, no busca lo suyo, no se irrita, no piensa mal, no se regocija en la injusticia, antes se regocija con la verdad; todo lo sobrelleva, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca se acaba; en cambio las profecías terminarán, las lenguas cesarán, la ciencia tendrá su fin. Porque (solo) en parte conocemos, y en parte profetizamos, mas cuando llegue lo perfecto, entonces lo parcial se acabará. Cuando yo era niño, hablaba como niño, razonaba como niño; más cuando llegué a ser hombre, me deshice de las cosas de niño. Porque ahora miramos en un enigma, a través de un espejo; mas entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en parte, entonces conoceré plenamente de la manera en que también fui conocido. Al presente permanecen la fe, la esperanza y la caridad, estas tres; mas la mayor de ellas es la CARIDAD".

    El amor es buscar el bien del otro, el amor que profesamos a nuestros hijos no escapa a estas enseñanzas. No debe ser diferente a esto. No busquemos fuera lo que tenemos dentro! No tratemos de inventar nada "nuevo" si Dios ya nos lo da todo en su Magisterio!

    Sobre la FELICIDAD quisiera que lean este artículo que vengo publicando en fascículos con el nombre de: "El cerebro y las emociones" en este caso dejo el que menciona el tema de la "Verdadera felicidad", el fascículo III, pero les recomiendo leerlos todos. 


    Con respecto a los LIMITES quiero decir que están intimamente ligados al amor. Me parece atinada la imagen de la ruta y las líneas dibujadas en ella. Es una imágen que hace años le escuché explicar al filósofo judío Jaime Barilko y me pareció muy descriptiva de la realidad: Imaginemos que transitamos por una ruta, cruzando un descampado, con nuestro vehículo durante una noche oscura... imaginemos que esa ruta no tiene ninguna línea, ninguna luz o señalización que nos indique el rumbo a seguir... lo más probable es que descarrile y me vaya al medio del descampado sin poder evitarlo. Pero en cambio, imaginemos esa misma ruta iluminada, con las líneas de los costados y la intermitente del centro bien marcadas con pintura refractaria y carteles que me anuncian con anticipación las curvas y los peligros que se aproximan... allí transitaré seguro y sin temores.





 Entonces, si amo a mis hijos ¿qué ruta les aconsejaré que tomen? Ya la vida se encargará de ponerles rutas confusas y sin marcas a los costados. Pero que en su hogar, en sus padres, encuentren el camino seguro, ese camino que les dará confianza en Dios, en ellos mismos y en nosotros; para que esa confianza sea cimiento, base firme y sólida; para que no descarrilen y se estrellen en la primera curva. No se trata de evitares todos los problemas COARTANDO SU LIBERTAD como puede parecer a simple vista, se trata de evitarles los problemas innecesarios, esos que los harán perder la VERDADERA FELICIDAD y que los terminarán haciendo ESCLAVOS de si mismos y de la sociedad. Porque ¿qué otra cosa quiere un padre para sus hijos si no es que sean felices?  Eso es amor. Amar a nuestros hijos es poner límites respetando su personalidad, forjando y moldeando su carácter. No amamos a nuestros hijos si dejamos que las pasiones los dominen y miramos, sin hacer nada, cómo destruyen su vida dando rienda suelta a sus pasiones desordenadas. Para poder ser padres y guías es deber educarnos a nosotros mismos si es que no fuimos educados por nuestros padres de esta manera. Porque un ciego no puede guiar a otro ciego, pues ambos caerían en el pozo. 

   Y ya que hablamos de LIBERTAD , debemos decir que la libertad no es hacer lo que queremos cuando queremos ni como queremos, dando rienda suelta a nuestros deseos y pasiones desordenadas. Eso no es libertad eso es cualquier cosa, eso nos esclaviza. 

   Veritas liberabit vos; la verdad os hará libres. ¿Qué verdad es ésta, que inicia y consuma en toda nuestra vida el camino de la libertad? La Verdad es Cristo. No hay otra verdad. San José María Escrivá nos dice: "Sabed que hemos salido de las manos de Dios, que somos objeto de la predilección de la Trinidad Beatísima, que somos hijos de tan gran Padre. Yo pido a mi Señor que nos decidamos a darnos cuenta de eso, a saborearlo día a día: así obraremos como personas libres. No lo olvidéis: el que no se sabe hijo de Dios, desconoce su verdad más íntima, y carece en su actuación del dominio y del señorío propios de los que aman al Señor por encima de todas la cosas.
    Rechazad el engaño de los que se conforman con un triste vocerío: ¡libertad, libertad! Muchas veces, en ese mismo clamor se esconde una trágica servidumbre: porque la elección que prefiere el error, no libera; el único que libera es Cristo, ya que sólo El es el Camino, la Verdad y la Vida.
    La libertad adquiere su auténtico sentido cuando se ejercita en servicio de la verdad que rescata, cuando se gasta en buscar el Amor infinito de Dios, que nos desata de todas las servidumbres. ¡Cada día aumentan mis ansias de anunciar a grandes voces esta insondable riqueza del cristiano:la libertad de la gloria de los hijos de Dios!". 
   Para algunos puede resultar contradictorio el hecho de llamar libertad al deseo de obedecer a Dios, pues la obediencia está denostada en nuestros tiempos y es sinónimo de esclavitud para muchos, pero es ese deseo el que elijo libremente y me hace libre para siempre! Pues nadie nos obliga a amar a Dios sino que ese amor parte de un acto voluntario y libre. 
   Luego resta ser coherente con ese amor que sentimos hacia nuestro Señor, y es nuestro Señor quien nos guía porque la libertad no se basta a sí misma: necesita un norte, una guía. No cabe que el alma ande sin ninguno que la rija; y para esto se la ha redimido de modo que tenga por Rey a Cristo, cuyo yugo es suave y su carga ligera (Mt XI, 30). 

   Ya que hablamos de OBEDIENCIA, a Dios en este caso, podemos decir sin miedo a que nos tachen de arcaicos, retrógrados, medievales y por qué no fascistas autoritarios, que la obediencia es necesaria para el correcto desarrollo de las virtudes que si nuestros hijos cultivan, los harán felices. Y todo se relaciona!! 
   No se trata de una obediencia ciega y a cualquiera, como muchos pueden pensar simplistamente. He leído mucho sobre la tonta idea de pensar que si enseñamos a nuestros hijos a obedecer, luego estos obedecerán a cualquier gobierno corrupto y autoritario, o a cualquier abusador que se les cruce por el camino. Nada más lejos de la realidad. Enseñar a nuestros hijos la obediencia no implica enseñarles a ser tontos o manipulables. Sino todo lo contrario. Enseñar a nuestros hijos a obedecer a Dios primero y ante todo y a sus padres luego porque los aman como ninguna otra persona en el mundo, no implica tener que obedecer a cualquiera ciegamente. Luego ellos sabrán a quienes obedecer o a quienes no, haciendo uso de su libertad, criterio e inteligencia. No subestimemos la capacidad de discernimiento que pueden adquirir nuestros hijos! 
   Pero para que esto suceda deberemos explicarles algo muy importante, algo que en nuestros días también está muy devaluado y es el PRINCIPIO DE AUTORIDAD.¿Quién tiene verdadera y legítima autoridad en nuestras vidas?

   La AUTORIDAD es una palabra que no gusta en algunos sectores o ambientes pedagógicos, tal vez porque la confunden con autoritarismo y ya sobre esto se ha dicho mucho. 

   Lo que podemos agregar es que en el caso de personas que creen en Dios como nosotros, no podemos negar la autoridad que Nuestro Señor tiene sobre nuestras vidas. Esa autoridad de Dios Padre se hace visible de manera jerárquica (otra mala palabra para nuestro tiempo) en la familia. 
   Los padres (De Dios al Padre, de este a la madre y en ese orden) son quienes tienen la autoridad para educar, alimentar, proveer, sostener, acompañar y guiar a sus hijos con los límites necesarios, sin fastidiarlos, sin ser injustos, sin agobiarlos, por el camino de la felicidad verdadera. Viviendo la libertad de los hijos de Dios. 
   Los hijos obedecerán a sus padres (no se asusten de la palabrita en cuestión) por amor y con amor, en absoluta libertad, sabiendo que eso es lo que más les conviene para su bienestar psíquico y emocional. 
   No nos dejemos engañar con la falsa idea de que si nuestros hijos hacen lo que quieren cuando quieren, aún cuestionando la legítima autoridad que como padres tenemos por el amor que les profesamos, serán más felices. No es verdad que ellos siempre saben lo que les conviene desde que nacen. Algunas cosas las saben, pero otras no. Algunas cosas las intuyen y otras no. 
   No siempre sabrán lo que es mejor para ellos, muchas veces se equivocarán y si se equivocan en una pavada no pasa nada, eso les servirá para aprender, será una experiencia riquísima y de la cual sacarán mucho provecho. Pero si en lo que se equivocan es en algo trascendental cuya huella marcará sus vidas para siempre y para mal, no podemos mirar para otro lado! Somos sus padres!! 

    Los CAPRICHOS vuelven infelices e insatisfechos a quienes los portan. Nadie que se deje dominar por los caprichos puede ser feliz. Hay niños caprichosos y adultos caprichosos, negarlo sería de necios. 
    He leído por la web, que "ningún" niño es "caprichoso", que solo tiene "necesidades no atendidas". Quien tiene más de un hijo o quien al menos tiene sentido común sabe que esto no es así. Ojo con las generalidades categóricas. 
    Estamos de acuerdo en que ningún niño nace caprichoso. Estamos de acuerdo en que muchos de los niños que comúnmente se tildan de caprichosos, no lo son, solo son niños con falta de atención suficiente por parte de sus padres. 
    Pero hay una realidad y es que si consentimos constantemente los pedidos de nuestros hijos desde pequeños, por más absurdos o desubicados que sean, y nos rendimos a sus pies ante cada capricho por no escuchar un berrinche o por creer que de esa manera le estamos demostrando cuánto los amamos, estamos equivocados. 
    Apelemos al criterio y sentido común en esto también. Un niño caprichoso o un niño al que siempre, se le deja obtener lo que desea, en el momento en que lo desea sin discernimiento alguno (y digo siempre sin exagerar), no será feliz. Y no será feliz porque no sabrá lo que significa el dominio de si, el autocontrol, el negarse algo y saber esperar para obtener un bien superior. Y esto se adquiere desde pequeños. Es una virtud que se logra con trabajo como todas las virtudes. No esperemos que el niño cuando sea grande, de golpe sepa esperar o sepa que no puede obtener todo lo que quiere en el momento en el que lo quiere. 
    Consentir no es sinónimo de amar ni siquiera de ser afectuoso o cariñoso. Consentir es decir a todo que si. Sin filtro, sin límites y eso los vuelve insolentes. 
    Yo no quiero hijos consentidos, quiero hijos amados, felices, seguros y capaces de vivir una vida plena tanto en las buenas como en las malas, capaces de ser santos y llegar a conquistar algún día la Patria Celestial!!

lunes, 5 de enero de 2015

Fiesta de la Epifanía: Los Reyes Magos.

   La Epifanía del Señor es una celebración cristiana.              Etimológicamente, la palabra "epifanía" significa "manifestación" y referida al Señor corresponde a los momentos en que Jesús se manifiesta o se revela al mundo. Habitualmente se identifica con el Día de Reyes, pero la Iglesia celebra como epifanías tres eventos:
Su Epifanía ante los Reyes Magos
Su Epifanía a San Juan Bautista en el Jordán
Su Epifanía a sus discípulos y comienzo de Su vida pública con el milagro en Caná.
   Epifanía a los Magos de Oriente:
   Se celebra el Día de Reyes o Día de los Reyes Magos y se trata de la Epifanía más conocida. Tiene lugar el día 6 de enero y forma parte de las celebraciones litúrgicas de la Navidad. Las celebraciones asociadas a este acontecimiento varían en función de cada país. En algunos lugares de tradición católica es habitual ofrecer regalos y preparar dulces especiales.



Los tres Reyes Magos.
-Yo soy Gaspar. Aquí traigo el incienso. 
Vengo a decir: La vida es pura y bella. 
Existe Dios. El amor es inmenso. 
¡Todo lo sé por la divina Estrella! 

-Yo soy Melchor. Mi mirra aroma todo. 
Existe Dios. Él es la luz del día. 
La blanca flor tiene sus pies en lodo. 
¡Y en el placer hay la melancolía! 

-Soy Baltasar. Traigo el oro. Aseguro 
que existe Dios. Él es el grande y fuerte. 
Todo lo sé por el lucero puro 
que brilla en la diadema de la Muerte. 

-Gaspar, Melchor y Baltasar, callaos. 
Triunfa el amor y a su fiesta os convida. 
¡Cristo resurge, hace la luz del caos 
y tiene la corona de la Vida!

Rubén Darío.

Dios ha manifestado su salvación en todo el mundo.

La misericordiosa providencia de Dios, que ya había decidido venir en los últimos tiempos en ayuda del mundo que perecía, determinó de antemano la salvación de todos los pueblos en Cristo.

De estos pueblos se trataba en la descendencia innumerable que fue en otro tiempo prometida al santo patriarca, Abrahán, descendencia que no sería engendrada por una semilla de carne, sino por la fecundidad de la fe, descendencia comparada a la multitud de las estrellas, para que de este modo el padre de todas las naciones esperara una posteridad no terrestre, sino celeste.


Así pues, que todos los pueblos vengan a incorporarse a la familia de los patriarcas, y que los hijos de la promesa reciban la bendición de la descendencia de Abrahán, a la cual renuncian los hijos según la carne. Que todas las naciones, en la persona de los tres Magos, adoren al Autor del universo, y que Dios sea conocido, no ya solo en Judea, sino también en el mundo entero, para que por doquier sea grande su nombre en Israel.


Instruidos en estos misterios de la gracia divina, queridos míos, celebremos con gozo espiritual el día que es el de nuestras primicias y aquél en que comenzó la salvación de los paganos. Demos gracias al Dios misericordioso quien, según palabras del Apóstol, nos ha hecho capaces de compartir la herencia del pueblo santo en la luz; él nos ha sacado del dominio de las tinieblas y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido. Porque, como profetizó Isaías, el pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande; habitaban en tierra de sombras, y una luz les brilló. También a propósito de ellos dice el propio Isaías al Señor: Naciones que no te conocían te invocarán, un pueblo que no te conocía correrá hacia ti.


Abrahán vio este día, y se llenó de alegría, cuando supo que sus hijos según la fe serían benditos en su descendencia, a saber, en Cristo, y él se vio a sí mismo, por su fe, como futuro padre de todos los pueblos, dando gloria a Dios, al persuadirse de que Dios es capaz de hacer lo que promete.


También David anunciaba este día en los salmos cuando decía: Todos los pueblos vendrán a postrarse en tu presencia, Señor; bendecirán tu nombre; y también: El Señor da a conocer su victoria, revela a las naciones su justicia.


Esto se ha realizado, lo sabemos, en el hecho de que tres magos, llamados de su lejano país, fueron conducidos por una estrella para conocer y adorar al Rey del cielo y de la tierra. La docilidad de los Magos a esta estrella nos indica el modo de nuestra obediencia, para que, en la medida de nuestras posibilidades, seamos servidores de esa gracia que llama a todos los hombres a Cristo.


Animados por este celo, debéis aplicaros, queridos míos, a seros útiles los unos a los otros, a fin de que brilléis como hijos de la luz en el Reino de Dios, al cual se llega gracias a la fe recta y a las buenas obras; por nuestro Señor Jesucristo que, con Dios Padre y el Espíritu Santo, vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.


De los sermones de san León Magno, Papa.


Origen de la Rosca de Reyes:

   Después de que los Reyes adoraron a Jesús, un ángel les avisó que no regresaran donde Herodes y ellos regresaron por otro camino. Herodes al enterarse que había nacido el Rey que todos esperaban, tuvo miedo de perder su puesto y ordenó matar a todos los niños menores de dos años entre los cuales se encontraría dicho Rey.
   La Sagrada Familia huyó a Egipto y el niño Dios se salvó, otras familias escondieron a los bebés en tinajas de harina y así no fueron vistos y salvaron sus vidas. Desde entonces, los judíos comían pan ázimo el 6 de enero en el que escondían un muñeco de barro recordando este acontecimiento.
   Los primeros cristianos tomaron un poco de esta tradición y la mezclaron con la historia de la visita de los Reyes Magos para la celebración de la Epifanía: cambiaron el pan ázimo por pan de harina blanca y levadura, cocida en forma de Rosca, endulzándolo con miel y adornándolo con frutos del desierto, como higos, dátiles y algunas nueces.
   Para los cristianos, la forma circular de la rosca simboliza el amor eterno de Dios, que no tiene principio ni fin. Los confites son las distracciones del mundo que nos impiden encontrar a Jesús.
   El muñequito escondido dentro de la rosca, simboliza al Niño Jesús que los reyes no encontraban porque la estrella desaparecía.
   Esta costumbre de los cristianos de Palestina llegó a Europa y posteriormente a América.
   En Argentina no se acostumbra poner el niño en la rosca. 
Fuente: Catholic.net



El cerebro y las emociones. III

DESCRIBAMOS LA FELICIDAD VERDADERA.

   Es una "Señora noble, altruista, tranquila y recogida, que mora en el interior del castillo del alma, conociendo, aumentando, comunicando y saboreando sus tesoros. Se asoma con frecuencia al exterior por las ventanas del rostro, y lo hace engalanada con la sonrisa, vestido refulgente del ser racional, que ni los animales ni las flores más bellas pueden ostentar".
Los acontecimientos apenas la afectan. Si los insensatos sacan desesperación y tristeza de ellos, los sabios sacan de los mismos resignación, paz y alegría. Es que el alma feliz descubre en la base o esencia de cada ser y de cada acontecer lo que les da unidad y valor: el fin nobilísimo de ayudarnos a glorificar al Creador infinitamente bueno y hermoso y de unirnos a El con felicidad perfecta, y el gozo de hacer felices a nuestros semejantes.
   En esta descripción distinguimos la felicidad íntima, tranquila y profunda del hombre, basada en la satisfacción perfecta de sus tendencias más nobles, de la otra superficial, bulliciosa y vil, que no merece el nombre de felicidad.              Insinuamos sus tres mecanismos psíquicos o factores anímicos: el del pensar, o darse cuenta, el del querer y el del sentir y, exponemos su complemento fisiológico, en la expresión externa, la sonrisa. Expliquémosla brevemente y saquemos una fórmula esquemática.
   La felicidad es noble, No hay dicha verdadera en el vicio, abyección o placer ilícito. Tras la satisfacción relámpago de una tendencia parcial y baja, se sigue una amargura profunda y duradera. Las ansias íntimas de grandeza verdadera, cual es la moral, se ven inhibidas o contrariadas.
   Tampoco se basa la dicha en riquezas, placeres o poder. Alivian temporalmente tendencias menos nobles. Pero no ofrecen a la conciencia una realidad que sacie. El que aspiró a 1.000 al conseguirlo suspira por 10.000 y luego por 100.000. La satisfacción que ha ido recibiendo fue superficial y pasajera, quedando vacío el estrato más profundo del alma. Muchos millonarios, sintiendo ese vacío, o agobiados de preocupaciones, han añorado los años de su juventud laboriosa. Suele encontrarse más paz y alegría entre los pobres sin miseria que entre los ricos y potentados. Nunca ha habido tanta diversión, comodidad y placer como ahora, y nunca se han quejado tantos de aburrimiento, insatisfacción interna y angustia.
   La felicidad es altruista, juega al escondite, se oculta cuando la buscamos con egoísmo. Pero nos sale al encuentro cuando, sin mirarnos a nosotros, nos abrazamos con lo más noble: el deber, la virtud, el bien del prójimo, Dios. Un día de buscar nuestro gusto o capricho, deja un vacío profundo. Otro día de sacrificarnos por el prójimo o por Dios, produce plenitud de satisfacción.
La felicidad es tranquila y recogida. Huye de la agitación y del desorden. Se da en lo más íntimo del ser racional. Consiste en esa conciencia íntima de satisfacción plena (sobre paz imperturbable), que absorbe todo nuestro pensar y desear.
   La felicidad no es causada por los acontecimientos, pues del mismo suceso unos sacan resignación, paz y alegría, y otros desesperación y tristeza.
   La Señora del castillo vive conociendo, compartiendo y saboreando sus tesoros. Aquí tenemos los tres mecanismos o factores psíquicos de la felicidad.
 Primer factor mental o de pensamiento, por el que conocemos y pensamos en el gran bien poseído o asegurado, y en los medios de aumentarlo.
 Segundo factor volitivo-ejecutivo, que posee, comparte y aumenta este tesoro por el amor, la voluntad y la acción criadora.
 Tercer factor afectivo-emotivo, que lo riente y saborea.

   En el vivir está la dicha, y cuanto más noble y activa sea esta vida, mayor será la felicidad. En el hombre (animal de deseos, con capacidad de descubrir y desear bienes superiores), esta vida noble y dicha verdadera consiste en conocer los tesoros que le pueden saciar y en conseguirlos y gozarlos. No es felicidad el Nirvana budista que pretendiendo la deificación va mutilando la vida psíquica anulando toda actividad y deseo (anulación negativa que implica empobrecimiento). Lo es y suma la dicha del cielo y, en proporción, también grande, la de la tierra, cuando los tesoros poseídos, divinos y humanos de tal manera llenan las aspiraciones y absorben toda la conciencia, que anulan el pensamiento del pasado y del futuro y hacen imposible cualquier deseo. Anulación, ésta, positiva, porque incluye la posesión de todo lo deseable.
   La vida presente es el tesoro poseído, y la vida futura, el tesoro esperado que necesitamos para hacernos felices. Al vivir nos podemos adueñar del mundo de los colores, de las formas y de los sonidos: del mundo de la amistad y la sociedad; de la ciencia, de la belleza y del amor y, sobre todo, de los tesoros sobrenaturales que Dios ha puesto en su Iglesia.
   Tenemos que vivir la belleza, dejando que los colores, formas y sonidos entren hasta nuestra mente e impresionen nuestra afectividad. Para eso hay que recibirlos con plena conciencia. Nos darán felicidad estética (capítulo III).
   Hay que vivir la verdad, y cuanto mayores y más trascendentales conocimientos adquiramos y con mayor claridad y menor fatiga, mayor satisfacción intelectiva tendremos (capítulo IV).
   Hay que vivir la bondad activa, amando y haciendo felices a los demás y sobre todo amando a Dios; y vivir la bondad pasiva, sintiendo el amor y bondad de los demás y la infinita de Dios, volcándose sobre nosotros (plenitud afectiva).
   Finalmente, para los que tenemos fe, hemos de vivir, activar y aumentar la vida de la Gracia, que nos diviniza y nos hace capaces de realizaciones y de felicidad más que humanas.
   Pero nuestra vida ha de ser en el presente momento, que es el único que está en nuestras manos, el único en que podemos hacernos felices. El pasado ya no existe, dejémoslo a la Misericordia Infinita. El futuro aún no tiene existencia; confiémoslo a Su Providencia paternal, y nosotros hagamos del presente un momento eficiente y feliz. No será eficiente si diferimos siempre la acción pues "repitiendo siempre "mañana" —como dice un viejo refrán—, se pierde toda la vida". Tampoco se será feliz si no lo son nuestros pensamientos. El presente con pensamientos alegres es un camino placentero (a pesar de zarzas y espinas) que lleva a la felicidad, pero pasando por entre dos abismos: el "pasado" y el "futuro". Quien, por la tristeza, añoranza, resentimientos o escrúpulos, "cae e el pasado" o se hunde por la preocupación en el "porvenir" deja de avanzar hacia su felicidad. Claro que a veces hay que prever el futuro, hay que preocuparse de él. Pero que sea tanto cuanto nos lleve a la decisión y nada más. Previa ocupación serena, sí; preocupación angustiosa, jamás.
   Hoy que vivir el "presente" con unidad de pensamiento y de acción. La unidad y concentración mental dan eficiencia y alegría (capítulo IV). Quien tiene al mismo tiempo muchas cosas en que pensar o que hacer se encontrará nervioso, agitado, o angustiado, pero no feliz.
   Sobre todo, y esto nos dará también unidad, hay, que vivir el momento actual con plenitud de paz y satisfacción. Cuando el "presente" no nos da esa plenitud, como acontece con el placer, riqueza, poder, que sólo satisfacen aspiraciones menos nobles, entonces queda tendencia y capacidad para suspirar por el "pasado" (añoranza), o soñar en el "futuro". Estos ocuparán la mente y nos robarán felicidad en la medida en que se lo permite la "pobreza" del presente que no ha conseguido absorber todo nuestro interés y atención. Pero si el presente va creciendo en riqueza de valores hasta llenar nuestras aspiraciones más nobles, entonces, la conciencia se agotará toda, dándose cuenta y gozando de la realidad actual, que le llena, sin que se le ocurra pedir nada al pasado, o al futuro, ni le quede lugar para pensar en ellos.
   Momentos de esa plenitud los experimenta el místico enajenado de sus sentidos y, en grado inferior, los experimentamos todos en una consolación espiritual (cuando al orar con fervor nos sentimos unidos a Dios); en una inspiración poética o concierto musical; en un descubrimiento o clarividencia científica; en un amor puro; al hacer feliz al prójimo. Momentos continuados de satisfacción plena nos los dará siempre el cumplimiento del deber de cada momento, al caer en la cuenta que estamos realizando en ese momento lo más noble y útil posible, que es la voluntad de Dios.
   Esos momentos llenos pierden su plenitud y sobre todo su duración si hay algo que nos quita la paz y seguridad.
   La repetición o prolongación duradera de este presente lleno, sería la felicidad, limitada sí, pero verdadera y profunda que es posible poseer en esta vida, aun en medio del dolor. En la otra, la gozaremos cumplidísima y eterna sin posibilidad de sufrir. Eternidad feliz es la fruición perfecta y sin fin de este presente lleno.
   Pero estas dos fórmulas de felicidad se hacen imposibles a los que buscan la dicha en el vicio, vanidad o desorden, y se hacen difíciles a las muchísimas víctimas de la vida moderna descontrolada.

sábado, 3 de enero de 2015

El cerebro y las emociones. II

PRIMERA PARTE:
LA FELICIDAD Y SUS MECANISMOS PSÍQUICOS.

I
   Antes de exponer los medios prácticos para aumentar nuestra dicha y destruir sus obstáculos sería útil aclarar el concepto mismo de felicidad. Para ello, este primer capítulo, que, aunque forzosamente abstracto, será orientador de la técnica concreta que le sigue. Tratamos de la felicidad del "destierro"; forzosamente limitada e imperfecta.


FELICIDAD FALSA Y VERDADERA.

   En el palacio de la pseudofelicidad, o de la dicha aparente, se nos presentan en la fachada placeres, riquezas, diversiones, etc. No está allí la felicidad. Del interior salen continuamente estas voces: "Vacío, intranquilidad, hastío". La riqueza no satisface; no llenó a 80 millonarios que se suicidaron en Estados Unidos en un solo año. Tampoco el placer, confundido con la felicidad. Muchos, por identificarlos, se entregan al vicio, pero encuentran abyección, hastío, enfermedad, remordimiento, muerte prematura y tal vez condenación eterna. Tampoco nos llenan 'las diversiones inmoderadas. ¡ Cuántos jóvenes sienten el vacío de su vida sin ideal! Tendrían que llenarlo con la satisfacción del deber cumplido o del sacrificio por una causa noble, pero se contentan con encubrirlo en un cúmulo de diversiones, o lo quieren ahogar con la risa chocarrera o la agitación desenfrenada. Nunca serán felices, por ese camino. 
   Felicidad es densidad de existencia o de vida.
En el grado más bajo está la del animal que se reduce a saciar sus instintos corporales.
Subiendo más alto viene la del hombre, que, además de cuerpo, tiene alma con capacidad de percibir. poseer y aumentar la belleza, la verdad y la bondad. Densidad de existencia estética, intelectiva, afectiva y creadora, que puede crecer en altura, profundidad y extensión y que es incomparablemente mayor que la del animal.
El hombre, elevado por la Gracia a una existencia sobrenatural, tiene posibilidades de realización y de gozo, en cierto modo, divino. Lo sabemos sólo por la fe, y lo sentimos en momentos de fervor. Vida que, en la eternidad, tendrá una densidad de existencia rayana en lo divino.
Dios tiene esta densidad de existencia infinita a! conocer, amar, realizar y gozar.
   ¿Será grandeza el despreciar la felicidad de esta vida?
   Hay quien desprecia este tema por parecerle imposible su consecución. Ignora lo que puede su espíritu y su elevación sobrenatural. Se siente incapaz de ella.
Despreciar la felicidad falsa, la del egoísta, la del éxito aparente, la del que, tras una fachada de contento, está ocultando un alma insatisfecha, eso sí sería grandeza (hasta cierto punto).
   Pero desdeñar la felicidad verdadera es una trágica grandeza.
Conquistarla por el heroísmo es la verdadera grandeza; como cuando de lo profundo del fracaso se hace brotar el éxito espiritual.

El cerebro y las emociones. I

   Con el título "Control cerebral y emocional" Narciso Irala, SJ, nos acerca un manual práctico de salud y felicidad. 
   A modo de entregas o fascículos les iré publicando un capítulo de su libro cada tanto para que puedan ir leyendo de a poco y reflexionando en profundidad. 
   A mi me ha resultado muy interesante y sobre todo coherente con la línea clásica de pensamiento que compartimos. 
   Sin más rodeos, les comparto la primera entrega:

INTRODUCCION:

Vida moderna descontrolada:

   Los peligros de la era nuclear en que vivimos son signos exteriores de otra fuerza interna mucho más terrible, explosiva, destructora y atomizadora. La vida psíquica de pensamientos, impulsos, instintos, emociones y sentimientos descontrolados que se dan en el hombre moderno, su proceder y deseos inconfesados, sus prisas, preocupaciones y quebrantos nerviosos son más amenazadores que la bomba atómica.
   Cada mes se modifican las fronteras de la ciencia, de la industria y de la política. Cada día nos vemos expuestos a impresiones explosivas de periódicos, radio, cine y televisión Se viaja a 1.000 kilómetros por hora sobre la prolongada explosión de los potentes reactores alados, y aun los negocios y la vida social se van complicando hasta Llegar a situaciones explosivas. El vivir en el marco de 24 horas se hace cada día más y más difícil por los mil detalles embarazosos a los que hay que atender. Tan fuerte y tan terrible es la presión que esto ejerce en nuestra mente, que para muchos la vida se asemeja a una explosión tras otra.

   Las naciones de técnica más avanzada y muchos hombres de ideales elevados y de gran capacidad mental y afectiva, lo van sintiendo en su organismo. En 1956 las estadísticas norteamericanas nos hablaban de 19.000.000 de personas que necesitaban cada noche píldoras para dormir; de 10.000.000 de nerviosos o neuróticos declarados; de otros 20.000.000 sin esa etiqueta oficial, y de 800 millones de dólares gastados aquel año en psicotropos, estimulantes o calmantes. En 1971 esta cifra había subido a 70.000 millones y las otras se habían casi duplicado.
   Son tantos los ejecutivos o gerentes de la industria o comercio con úlceras gastrointestinales que se ha llegado a clasificar esa dolencia como propia de ellos. Hay allí tanta hipertensión y tantas enfermedades de corazón que a ellas atribuyen el 60 por ciento de las defunciones.
   Es que en nuestro pensar ya no hay aquella calma socrática en que las ideas se suceden ordenadas y gradualmente, ni aquel recibir con nitidez,, paz y alegría las impresiones con que el mundo de los colores, de las formas y de los sonidos iba a enriquecernos, alegrarnos y tranquilizarnos. Apenas nos damos cuenta de lo que vemos u oímos porque tenemos la mente ocupada con ambiciosos proyectos, con tristezas y preocupaciones. Hemos cambiado la sofrósine griega o la ecuanimidad clásica por un tumulto de imágenes o ideas que se agolpan en nosotros sin poderse grabar ni asentar en la mente, sin paz para concentrar la atención en una cosa sola. De donde: confusión, nerviosidad, cansancio cerebral, inquietud, insomnio, etc.
   En la vida afectiva de sentimientos y emociones, aquella moderación de nuestros abuelos, aquellas sanas y santas expansiones de la vida de familia van cediendo lugar a multitud de impresiones anormales, o sin cohesión, a excitaciones precoces o brutales, a temores o deseos exaltados, que se graban o se exageran o se transfieren a objetos indebidos, dando origen a variadísimas fobias, obsesiones, angustia, preocupaciones y tristezas.
   En la vida volitiva de deseos y decisiones, tampoco son ya aquellas personalidades con normas fijas a que atenerse, esos caracteres que saben encarar la vida y superar sus dificultades, sino por el contrario, son gentes sin principios, sin fuerza de voluntad, hombres y aun jóvenes derrotados hasta el suicidio. O bien, es una multiplicidad de impulsos incoherentes o de deseos inmoderados, procedentes de las excitaciones externas o del instinto desenfrenado, que eliminan la decisión deliberada, gobernada por la razón y van produciendo la indecisión, la abulia, la inconstancia y el desaliento, hasta que el "Yo consciente y superior" deja de ejercer el control sobre el "Yo bajo e inconsciente", y la voluntad pierde las riendas para gobernar su mundo psíquico.
   Vida agitada y bulliciosa, divertida si se quiere, pero triste, vacía, desaprovechada, atormentada, anárquica. Vida en que no se sabe descansar reposadamente, ni trabajar eficientemente, ni querer de veras, ni dominar los sentimientos y el instinto sexual. Vida, en fin, en que no se sabe ser íntimamente feliz, sino a lo sumo se encubre la tristeza y vacío en un montón de diversiones y pasatiempos.
   "Encontré mi propia vida", era la frase que repetía una joven de la alta sociedad de Sao Paulo internada hacía meses en un sanatorio de tuberculosos. "Hasta aquí no sabía lo que era pensar, sentir y querer por cuenta propia. Viví vida ajena, esclava de las conveniencias sociales. Por fin, en esta soledad e impotencia física, me encontré a mí misma y comienzo a ser íntimamente feliz".